Así es como las ventanas contribuyen a mejorar la eficiencia energética de las viviendas

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Las ventanas juegan un papel fundamental en la eficiencia energética de una vivienda, un aspecto cada vez más relevante tanto por razones económicas como medioambientales. Aunque a menudo se les presta menos atención que a los sistemas de calefacción, refrigeración o iluminación, las ventanas son un punto crítico de interacción entre el interior de la vivienda y el exterior. Su diseño, materiales y orientación pueden marcar una diferencia significativa en el consumo energético, influyendo directamente en la necesidad de calefacción en invierno y refrigeración en verano, así como en la calidad del confort térmico y lumínico dentro del hogar.

Uno de los principales mecanismos mediante los cuales las ventanas contribuyen a la eficiencia energética es el aislamiento térmico que ofrecen. Las ventanas de alta calidad cuentan con vidrios dobles o triples, con cámaras de aire o gas entre ellos, que actúan como barrera frente a la pérdida de calor en invierno y la entrada excesiva de calor en verano. Este aislamiento permite mantener una temperatura interior más estable sin necesidad de recurrir constantemente a sistemas de climatización, reduciendo así el consumo de energía y, por ende, los costes asociados. Los marcos de las ventanas también influyen en este aspecto; materiales como el PVC, la madera tratada o el aluminio con rotura de puente térmico limitan la transferencia de calor, mientras que los marcos metálicos sin aislamiento suelen ser menos eficientes.

Otro factor importante es la orientación de las ventanas y la entrada de luz natural. La correcta ubicación de los ventanales permite aprovechar la radiación solar de manera estratégica. Por ejemplo, las ventanas orientadas al sur en el hemisferio norte captan la luz solar durante el invierno, contribuyendo a calentar de manera natural los espacios interiores, lo que reduce la necesidad de calefacción. Al mismo tiempo, es fundamental contar con sistemas de protección solar, como persianas, cortinas o toldos, que eviten la entrada excesiva de calor durante los meses cálidos. De esta manera, las ventanas no solo proporcionan iluminación natural, disminuyendo la dependencia de luz artificial y el consumo eléctrico asociado, sino que también regulan la temperatura interior de manera eficiente.

El tipo de vidrio también es determinante para la eficiencia energética, según nos cuentan los instaladores de Alumifyl, quienes nos dicen que vidrios de baja emisividad, por ejemplo, reflejan parte de la radiación térmica hacia el exterior en verano y retienen el calor en invierno, optimizando el comportamiento térmico de la vivienda. Algunos vidrios incorporan tratamientos especiales que reducen la penetración de rayos ultravioleta, protegiendo a la vez los muebles y revestimientos de la decoloración y manteniendo un ambiente más confortable. Además, las ventanas con sistemas de sellado adecuados evitan filtraciones de aire que comprometen la eficiencia energética, ya que las corrientes de aire pueden provocar pérdidas de calor significativas y obligar al uso intensivo de sistemas de calefacción o aire acondicionado.

La eficiencia energética de una vivienda no depende únicamente de reducir el consumo de calefacción o refrigeración, sino también de crear un ambiente interior confortable. Las ventanas influyen en la acústica, el control de la humedad y la calidad del aire, todos factores que afectan indirectamente el gasto energético. Por ejemplo, unas ventanas bien aisladas evitan la entrada de ruidos exteriores, permitiendo reducir el uso de sistemas complementarios que puedan generar calor o consumo adicional de energía. Asimismo, la ventilación natural controlada mediante la apertura estratégica de ventanas permite renovar el aire sin necesidad de sistemas mecánicos, manteniendo la eficiencia energética.

¿Hay un gran ahorro energético entre unas ventanas y otras?

La respuesta es clara y simple, sí existe una diferencia significativa en el ahorro energético según el tipo de ventana. Las ventanas no son solo un elemento estético de la vivienda; su diseño, los materiales de los marcos, el tipo de vidrio y el sistema de sellado influyen directamente en la cantidad de energía que se necesita para mantener una temperatura interior confortable.

Una vivienda con ventanas de vidrio simple y marcos antiguos puede perder entre un 25% y un 30% de la energía utilizada para calefacción solo por las fugas de calor a través de las ventanas. Esto significa que si una familia gasta alrededor de 1.200 € al año en calefacción, unas ventanas antiguas podrían implicar 300–360 € de gasto “extra” por pérdidas de energía.

Si se sustituyen esas ventanas por ventanas de doble acristalamiento con gas argón y marcos con rotura de puente térmico, las pérdidas de calor se reducen considerablemente, hasta un 40–50% menos de consumo energético en climatización. En cifras, esto supondría un ahorro aproximado de 120–180 € al año en calefacción en la misma vivienda. Si además se opta por triple acristalamiento y vidrios de baja emisividad (Low-E), el ahorro puede aumentar, llegando a un 50–60% de reducción en energía usada para calefacción y refrigeración, lo que en nuestro ejemplo serían unos 180–220 € al año.

No solo se reduce la factura de calefacción; en verano, las ventanas eficientes evitan que entre demasiado calor, disminuyendo el uso del aire acondicionado y sumando un ahorro adicional que puede rondar entre 50 y 100 € al año en una vivienda de tamaño medio.

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